
Mario De Marchis, autor de “Yo, El Director”, explica cómo gestiona la empresa a su plantilla; el escritor habla sobre los vicios de los directivos del siglo XX, y cómo se comporta uno del XXI.
¿Ser obsesivo con cumplir un horario de trabajo?; ¿efectuar peticiones del jefe, aunque sean incongruentes?, ¿adular a los superiores (y a sus amigos) para conservar un empleo? Son comportamientos de los más comunes en la oficina; lo peligroso es que corresponden al siglo pasado. Muchos directivos en México no entienden que la revolución industrial ya pasó, y ahora están en la era del conocimiento.
«Uno de los retos más fuertes para los directivos que tienen entre 50 y 60 es cambiar las prácticas que había respetado en una sociedad industrial, y ya no funcionan, eso los lleva a tratar (hoy en día) a los trabajadores como si fueran obreros del conocimiento. Eso es un error», dice Mario De Marchis, autor del libro Yo, El Director.
Hay que partir de entender que la gerencia requiere experiencia; capacidad de aprender de sus propios errores; entender el factor humano, y hacer una reflexión. Sin embargo, lo que se vive es todo lo contrario, «la arrogancia y la soberbia del directivo lo hace rodearse de aduladores, generalmente de gente ‘más pequeña’ que él para controlarlos. El problema (con ese esquema) es que todo va para abajo».
El autor menciona que el directivo actual se deja llevar por varios «jinetes», lo cual lo conduce a terribles decisiones en su actuar cotidiano. Uno de ellos es la soberbia, mejor referida como el «virus de la inteligencia autodestructiva». Los griegos lo conocían como Hybris (palabra que significa desmesura), y esto implica que cuando la persona empieza a subir cada vez más alto, acumulando éxitos, piensa que es inmune; que nada malo le pasará.
Es el caso de Toyota, afirma, la empresa dice «nosotros somos sinónimo de calidad, de perfección, no es posible que cometamos errores y no aceptaron el hecho de que eso sucedió. Una situación que se hubiera podido resolver fácilmente se volvió crítica, haciéndole perder participación en el mercado (de) Estados Unidos de forma espantosa».
Otro de los terribles «jinetes» que vive el mercado laboral es la adulación, afirma De Marchis. Muchos de los empresarios quieren rodearse de gente que diga ‘sí’ a todo. Las compañías del siglo XXI aún muestran características de aquéllas de mediados del siglo XX: son centralizadas, burócratas, con el culto de la personalidad haciendo estragos; donde lo que más se critica de la administración pública se presenta en la privada: falta de ética, de democracia y de participación de los empleados.
En su libro menciona el caso de la crisis que empezó a gestarse a mediados de 2007, mientras Wall Street despedía el año con bonos más ricos para sus ejecutivos, 14% mayores que en 2006, a los inversionistas «sólo les dejaba la experiencia de que 2008 fuera un poco mejor. Pero la esperanza se esfumó con la quiebra de Lehman Brothers, con deudas por 613 mil millones de dólares».
¿Y México?
Para entrar en materia del mercado mexicano, el autor empieza por mencionar la obra El Príncipe de Maquiavelo. En este libro, explica, viene una buena receta para ser líder: «El príncipe tiene que rodearse de las mejores personas de su reino y darse la posibilidad de hablar sobre todos los temas y cuestionarlos, y al final aunque les hacer sentir que les permite hablar», eso no significa que considerará sus opiniones.
«Lamentablemente muchas reuniones en las empresas (mexicanas) son así, la gente dice lo que quiere escuchar el jefe y, aún más, trata de decir lo que él quiere oír«, afirma.
A los líderes, añade, les toca crear un ambiente donde es posible decir lo contrario, pero muchas veces si alguien opina diferente lo corren, lógicamente nadie va a decir algo en contra; simplemente tratan de adivinar lo que el jefe quiere para decírselo.
Leer toda la noticia en CNN Expanción