De acuerdo a ciertas convenciones sociales, lo que se espera de una persona que aspira al éxito es que haya estudiado en una universidad de renombre, cursado un posgrado para obtener un buen puesto y forme después una familia. Bajo esos términos se califica hoy a un individuo como ‘razonable’; yo los invito a que se vuelvan ‘no razonables’”, exhortó Pamela Hartigan, directora del Centro Skoll para el Emprendimiento Social en Saïd, escuela de negocios de la Universidad de Oxford, a los participantes del Máster en Dirección de Empresas del IPADE Business School, sede México, el pasado 16 de noviembre.
Según explicó, un verdadero líder sigue sus instintos, deja a un lado las expectativas sociales y el miedo al fracaso; se concentra en identificar qué situación social en específico le irrita tanto que quiera cambiarla, así como en descubrir qué actividad genera en él suficiente pasión para desarrollar un nuevo negocio.
“En las últimas décadas el éxito personal y empresarial se ha medido a través de la acumulación de la riqueza, el poder y la energía. El actual panorama internacional demanda el desarrollo de nuevas instituciones y modelos innovadores que involucren a distintos sectores, como el público y el privado. No podemos seguir divorciando la forma en que ganamos dinero de la creación de valor social”, apuntó la también catedrática de Columbia Business School.
El evento en el que participó Hartigan, “Tendencias cambiantes de la filantropía: la nueva cara de la caridad social”, fue organizado por el Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional (CEGI) del IPADE Business School, el Fondo de Estrategia Social (FES) y el Club sectorial de Responsabilidad Social del MEDE (full-time MBA), marco en el que subrayó que las empresas deben dar la misma importancia a causar un impacto social que a la generación de utilidades, para ser verdaderamente responsables.
“Ya existen empresas globales fundamentalmente innovadoras, moralmente apasionantes y filosóficamente positivas que han creado nuevos modelos de negocio, cuyo fin primordial es la optimización de recursos para conectar al mercado con los valores humanos”, aseguró la especialista en responsabilidad social corporativa.
En este tenor mencionó el caso de una compañía francesa dedicada al lavado de autos mediante el uso mínimo del agua; el de “La Fageda”, organización dedicada a la producción de lácteos en España que emplea a personas con capacidades diferentes, y el de una corporación que reutiliza el caucho de mangueras viejas para elaborar artículos de lujo como bolsas y carteras.
“Así como las organizaciones están evolucionando cada vez más en modelos sociales, los consumidores también están desempeñando su rol. Día con día demandan más productos y servicios que cumplan con estas condiciones. De esta forma, ambos sostienen una relación dual. La responsabilidad empresarial es necesaria, pero no suficiente, para combatir los problemas que se presentan en el mundo”, afirmó Hartigan.
Fuente: Ipade.mx